Un franco, 14 pesetas. Se trata de un largometraje dirigido y
protagonizado por Carlos Iglesias, un filme que nos traslada a un episodio todavía
reciente de nuestra historia: la emigración, que muchos protagonizaron, en una
realidad contemplada en blanco y negro. La televisión se asomaba tímidamente, y
la radio protagonizaba jornadas de
informativos, bajo el eco rotundo de Rne, amenizadas con seriales radiofónicos
y la copla como género reparador de corazones maltrechos.
Iglesias realiza un
ejercicio de memoria colectiva. Nos recuerda quienes hemos sido, y sin duda
atiende a un conflicto, que en la actualidad requiere del consenso de todos.
Una maleta, una chaqueta con olor a naftalina, camisa blanca
de cuello almidonado, pantalones de un gris aceitunado, y por más señas la
incertidumbre, que seguro muchos albergarían en sus corazones.
Un franco, 14 pesetas apunta hacia la esperanza, con un
componente necesario de humor, que casi con altanería intenta aproximarse a una
realidad austera, que induce a reparar en lo esencial. La afectividad y las
relaciones sociales, que contribuyen a tejer lazos de solidaridad.
Suiza en aquellos años en blanco y negro, sólo fue un destino
más que dejaba atrás el gris impenitente, de calles configuradas por patios de
vecinos, en las que se podían escuchar las voces anónimas, que hoy Iglesias
recrea a través de su filme. Un franco, 14 pesetas un largometraje al que
sucede un segundo filme, bajo el título 2 francos, 40 pesetas, que supone el
punto esperanzador a la visión que nos ofrece el cineasta. En buena parte un
retorno hacia lo esencial.
B.Olmeda